29 de marzo de 2009

Porfirio Muñoz Ledo, da un buen ejemplo


* Al entregar al Archivo General de la Nación su acervo personal que recoge medio siglo de trayectoria política, diplomática y académica
* Podemos o no estar de acuerdo con él, pero es insoslayable su presencia en la vida pública de México

Federico Chilián Orduña

Con motivo de la entrega que hizo el Lic. Porfirio Muñoz Ledo al Archivo General de la Nación de su acervo personal, consistente en documentos contenidos en 541 cajas, equivalentes a 13 mil 437 expedientes, 365 videos, 594 audiocasetes y 3 mil 887 fotografías, así como 546 piezas hemerográficos, conservados por el esfuerzo y patrocinio del propio donante, y en el que según sus propias palabras, “Aquí yacen trozos de vida disecados que dan cuenta de una terca esperanza. Piedras sueltas de un edificio por levantar y planos de una nervadura imaginaria. Vislumbres dispersos, entretejidos y todavía palpitantes de nuestro proyecto esencial: la construcción de una nueva república. En tal designio estoy comprometido hasta el tuétano. No busco forma alguna de redención, sino el honesto propósito de esta donación es afrontar con hechos palmarios la posteridad”, indicó.”; resulta pertinente compartir con los lectores de este medio, algunas de las impresiones que este ilustre cuan controversial ciudadano mexicano ha dejado en mi, un humilde periodista a quien ha honrado con su amistad y distinguida consideración desde hace más de tres décadas, así que va que va:
Conocí a Porfirio Muñoz Ledo en 1975 en Acapulco, en el Hotel El Presidente, durante el Primer Congreso Internacional de Psicología del Trabajo, que él inauguró como Secretario de Trabajo y Previsión Social del gobierno de la república presidido por Luis Echeverría Álvarez. Durante su discurso inaugural, Porfirio pronunció 34 veces la palabra preocupación, lo cual comenté poco después en el periódico “Acción Cívica”, de mi padre, Don Ramón Chilián Rodríguez. A tal evento acudí gracias al apoyo del entonces Presidente del H. Congreso del Estado de Puebla, el Dr. Raúl Patiño Blanco, a quien recientemente saludé a sus noventa años con el afecto de siempre, en el acto de toma de protesta del Director de la Facultad de Medicina de la BUAP, el Dr. Rosendo Briones.
En aquella ocasión, caminando por las instalaciones del Hotel, en la primera noche del Congreso, me encontré en el bar al Lic. Porfirio Muñoz Ledo, me acerqué a él y le mostré el trabajo que llevé al evento, un folleto a color que ilustraba las funciones del psicólogo en el ámbito laboral titulado “Un Psicólogo en su empresa, ¿Para qué?”, ilustrado con monitos realizados por el arquitecto Josué Álvarez Zagoya, el hecho le causó tan grata impresión que de inmediato me presentó al Lic. Jorge Efrén Domínguez que lo acompañaba, a la sazón director del Instituto Nacional de Estudios del Trabajo, con el cual trabé una inteligente comunicación; a partir de allí se inició una relación cálida y amistosa con Porfirio Muñoz Ledo, que con efusivos encuentros y algunos agrios desencuentros, pese a todo perdura como el aire fresco que podemos aspirar y con el cual nos tonificamos. Podemos o no compartir sus juicios, sus visiones y sus relaciones, pero no podemos negar la gran calidad humana, intelectual y política, que lo distingue.
Uno de los ponentes de aquel Congreso fue el psicólogo Arturo Muñoz Ledo, hermano de Porfirio, a quien nunca traté, pese a ser mi colega. Hasta hace poco me enteré que fue el primer embajador en Irak de 1977 a 1979, llegó a iniciar las relaciones diplomáticas de México con aquel país devastado por la invasión norteamericana y supe que conversó en varias ocasiones con Sadam Husseim. Después de eso ignoro qué ha hecho, no así Porfirio a quien nunca le he perdido la pista.
Poco después del Congreso, recomendado por Porfirio tuve la oportunidad de trabajar en la STPS en el área de selección del personal de confianza de la dependencia; mi trabajo consistía en aplicar el Test de valores de Hartman y entrevistar a los candidatos a ser secretarios y o presidentes de las Juntas Federales de Conciliación y Arbitraje. Me quedé poco tiempo, la vida burocrática en el D. F. no me resultaba sencilla, ganaba poco a pesar de la importancia de mi trabajo y no era nadie saliendo de la oficina, mis alergias al polvo y al smog aunada a mi epilepsia aún no controlada hicieron que me regresara a mi provincia poblana donde medio mundo me conoce y donde creo continuaré por siempre.
Muñoz Ledo sonaba en aquel entonces como uno de los favoritos de Echeverría para ser su sucesor, incluso se le ubicaba muy por encima de José López Portillo. Junto con él se mencionaba a Mario Moya Palencia, Hugo Cervantes del Río, Augusto Gómez Villanueva, Carlos Gálvez Betancourt. En el seno del PRI, los bonos estaban a favor de Porfirio; a Moya Palencia se le consideraba el más firme y el que supuestamente le daría continuidad al precedente de que el candidato presidencial surgiera de la Secretaría de Gobernación. Finalmente, el designado de Echeverría fue su amigo de la adolescencia, José López Portillo, que se encontraba entre los de más baja popularidad. El destape de López Portillo por el sempiterno líder de la CTM, Fidel Velázquez, atajó de manera abrupta y sorpresiva la presión que ejercía Jesús Reyes Heroles, como presidente del PRI, para que antes de que surgiera el candidato, se aprobara el programa. Justo en el momento en que Reyes Heroles se disponía a declarar que así sería, le llega la noticia del destape y la consecuente cargada. El ilustre veracruzano le entregó su renuncia a Echeverría, quien sin vacilar nombró a Porfirio Muñoz Ledo para sustituirlo.
Tan pronto asumió Porfirio la presidencia del PRI, volví a saludarlo en sus oficinas del Comité Ejecutivo Nacional, al acompañar al gobernador Alfredo Toxqui Fernández de Lara, en una comitiva que viajó en autobús a la ciudad de México, coordinada por el presidente del PRI estatal Melitón Morales Sánchez. El gobernador Toxqui y las treinta personas que fuimos con él, tuvimos que aguantar más de dos horas en la sala de espera para que Porfirio nos recibiera y tan pronto ingresamos a su despacho fuimos presentados por el gobernador uno por uno. Al reconocerme Porfirio, comentó al gobernador algo que me halagó, y me situó mejor en las filas del PRI, partido con el cual tenía serias reservas. El recuerdo de la noche de Tlatelolco, el Jueves de Corpus, los asesinatos de Joel Arriaga y Enrique Cabrera, y otros sucesos muy tristes y lamentables, me hacían sentir que en el seno del PRI había algo pernicioso que me resultaba sospechoso y desagradable; pero no tenía mejor opción, la línea estalinista del Partido Comunista Mexicano instaurada en la Universidad Autónoma de Puebla me resultaba nauseabunda, la vía armada para el cambio social la había yo descartado en definitiva, soy admirador de Salvador Allende, preferí acomodarme en la sentencia de Carlos Fuentes: “Es con Echeverría o el fascismo”.
Durante el gobierno de López Portillo, Porfirio ocupó la Secretaría de Educación Pública, donde tuvo un desempeño más que brillante aunque muy controvertido por diferencias de criterio que tuvo con Reyes Heroles, con quien compartía gustos y vocaciones, pero difería en algunas concepciones, aún siendo ambos de los mejores ideólogos que ha tenido el PRI.
Cuando López Portillo, en la víspera de su reunión cumbre en Cancún con presidentes de América, corrió a Jesús Reyes Heroles de la Secretaría de Gobernación y lo sustituyó con Enrique Olivares Santa Ana, parecía que el camino a la presidencia se le despejaba a Porfirio, pero nuevamente el dedo elector señaló al amigo del presidente, el que llevaba las cuentas, Miguel de la Madrid Hurtado, con quien el desastre nacional adquiere los visos de catástrofe que hoy vemos como se acentúan cada día más.
Con De la Madrid, Reyes Heroles resurge a la palestra nacional y es aquí en Puebla donde viene a fustigar severamente el derroche lopezportillista, las obras faraónicas y la frivolidad que lo caracterizó; Porfirio es enviado fuera del país, representa a México en la ONU, tiene un desempeño magistral que empaña la figura de su jefe De la Madrid, que parece le tiene envidia. Porfirio está fuera del círculo de los predilectos del presidente, sus días dentro del PRI están contados. Muere Reyes Heroles y Porfirio por las paradojas de la vida se ve empujado a retomar parte de su ideario, que utiliza para que el PRI se decida a democratizarse. En el trayecto se encuentra con el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Juntos libran una lucha interna para abrir el ostión de la sucesión presidencial; De la Madrid nunca cede, simula mediante una pasarela una competencia interna que finalmente se decide a favor de Carlos Salinas de Gortari, a quien Porfirio no le cree ni el bendito.
Otra vez coincido con Porfirio; aquí en Puebla, el gobernador Mariano Piña Olaya reprime a la prensa independiente y viola la autonomía universitaria; ya no tiene sentido seguir en el PRI; respaldo la rebeldía de Porfirio y Cuauhtémoc, y asumo junto con Erasmo Pérez Córdova la coordinación de la Corriente Democrática en Puebla. La vorágine del movimiento me conduce a ser candidato a diputado federal por el Frente Democrático Nacional; Porfirio viene a Puebla a reforzar mi campaña, comemos en La Bola Roja, accede trasladarse en mi camioneta repleta de amigos; es un político fuera de serie, diferente a todos, con una oratoria tan elocuente como incendiaria, y con un oficio político de tal nivel que no he conocido a nadie más que le supere en este país.
Interviene Porfirio para que el ex rector de la BUAP, candidato del Partido Mexicano Socialista (PMS), Alfonso Vélez Pliego y yo, dialoguemos y acordemos quien de los dos declina para que sea uno solo el candidato en el 11° Distrito. Platica con ambos, nos reúne, nos hace exponer nuestra propuesta en el salón de proyecciones de la BUAP, Vélez Pliego asegura tener toda una estructura y los mejores cuadros para ganar la diputación, yo argumento que tengo el respaldo de los tres partidos que postularon desde el principio a Cuauhtémoc Cárdenas; el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), debatimos, nos felicitamos, pero ninguno de los dos acepta ceder a favor del otro. Así nos vamos a la contienda, en el resultado oficial obtengo el triple de votos de los que saca Alfonso. Finalmente el PRI gobierno otorga el triunfo al compadre de Mariano Piña Olaya, el empresario radiofónico Carlos Grajales Salas, quien nunca pasa a la tribuna de la Cámara, pero incrementa su fortuna.
El 6 de julio de 1988, mediante gran fraude electoral Carlos Salinas de Gortari se encarama en la presidencia; Cuauhtémoc encabeza la lucha contra el despojo; Porfirio es electo Senador de la República de manera aplastante con los votos cardenistas y de la CTM; con esa calidad interpela al Presidente, hace añicos su figura e instaura la práctica legislativa de manifestar la disidencia aún en sesión solemne y con ello derriba el ceremonialismo autoritario presidencialista, desmitifica la figura presidencial, dignifica la función del parlamento y deviene la transición a la democracia que es la hora que todavía no se consigue.
En 1994 vuelve Cuauhtémoc Cárdenas a intentar llegar a la presidencia por la misma vía; Porfirio sigue con él, pero menos cercano, aparece Marcos y el EZLN que atrae la simpatía de la izquierda, el movimiento cardenista sufre una merma, Ernesto Zedillo llega a la presidencia sin dificultad, el PRD es apenas la tercera fuerza. El desgaste de Cárdenas ya es inocultable, pero aún así por tercera ocasión busca la presidencia en el 2000; Porfirio también la quiere, finalmente Cárdenas gana la candidatura pero el PRD pierde a Porfirio, quien se aventura por la vía del PARM, su campaña no levanta y acaba por echarse en brazos de Vicente Fox, con lo cual experimento una gran decepción por mi querido e ilustre Porfirio, me da lástima, lo comprendo pero no lo justifico. Sus principios se desdibujan y su ascendiente popular se desmorona como las expectativas que había generado Fox, uno y otro caen de la gracia de sus simpatizantes.
Luego de una temporada en Europa, donde representa a México, Porfirio resiente la indiferencia de Fox, los desaires de Castañeda y el vacío que le hace la derecha en el poder. A poco más de la mitad del sexenio foxista, Porfirio abandona a Fox y gradualmente va regresando al redil, vuelve a verse con Cárdenas pero se sube al carro que conduce Andrés Manuel López Obrador, lo que le cuesta una rechifla del respetable público y AMLO lo salva del descrédito y el escarnio. Porfirio de nueva cuenta trata de ser el artífice del movimiento opositor, pero las bases perredistas le han perdido la confianza, sólo las cúpulas lo integran. Aún así se coloca como coordinador del Frente Amplio Progresista (PRD, PT, Convergencia) y con esa categoría viene a Puebla a los informes del alcalde Enrique Doger Guerrero. Le pregunto a qué viene, me responde airado “¡qué pendejada me preguntas!”, aguantando la contrariedad agrega: “¡Doger me invitó y es mi amigo!”. No lo dudo. Porfirio es así.

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