5 de mayo de 2008

“La prensa me la pela”: Marín

• Se confirma el encono que tiene contra los periodistas, el mismo que se evidenció en sus diálogos telefónicos con Kamel Nacif
• Coinciden analistas en que con su dicho “La prensa me la pela”, el “gober precioso se siente grande y supera su complejo de enano” y además…

Federico Chilián Orduña

¿De quién más?, aparte de todas las personas que pueden motivarlas van a platicar los poblanos que se ponen a arreglar el mundo en el café y, después de una o más tazas de la aromática bebida, lo dejan igual pero lo soportan mejor; sino del llamado “gober precioso”, Mario Plutarco Marín Torres, quien para mayores señas cobra como gobernador de Puebla, eso sí, muerto de risa.
Metidos los espontáneos analistas de la problemática política, económica y social que nos afecta, en la ociosa cuan divertida tarea de hacer diagnósticos psiquiátricos, los empedernidos bebedores de esa infusión negra denominada café, atribuyen el peculiar estilo de ejercer el poder que distingue al personaje de marras, a las severas enseñanzas sobre la forma en que se debe hacer política a que lo sometieron: primero, su mecenas primigenio, Enrique Montero Ponce, quien le aconsejó que para saber dar placenteros masajes en todo el cuerpo a sus jefes, tal como él lo hacía en sus mocedades, en los Baños Necaxa, tenía que escuchar su programa radiofónico todas las mañanas, mientras se bañara, desayunara o se echara el mañanero, de cualquier modo debía estar atento a las noticias que trasmitía y sigue trasmitiendo su protector y protegido, a temprana hora, desde hace 40 años. Esto le ocasionó al bisoño político un trastorno del sistema nervioso central que le generó un cuadro psicopatológico, una especie de embotamiento-embrutecimiento-generalizado-prolongado-degenerativo, que dio al traste con su muy limitada capacidad de distinguir lo falso de lo verdadero, e hizo de él un sujeto capaz de decir las mentiras más infames sin el menor escrúpulo ni respeto por ningún auditorio.
Segundo, poco después, y luego de abandonar el portafolios de madera que utilizó varios años para asear los zapatos de sus jefes, realizó algunas prácticas con leguleyos afines, mismas que lo alistaron para ponerse a las órdenes del presidente municipal en turno, a quien le sirvió como “asesor B”, ve por los chescos, ve quien es, ve a abrirle, ve a cerrarle, Guillermo Pacheco Pulido, al que veía en aquellos años como la hormiga al elefante, y soñaba hacerle lo que el hormigo a la elefanta del famoso cuento, lo que posteriormente en alguna medida se le cumplió, cuando lo tuvo a su disposición al frente del Tribunal Superior de Justicia, experiencia que le hizo sentirse más poderoso que la hormiga atómica. Con el “gallo Claudio”, que así le apodaron al entonces alcalde, aprendió que la política es “el arte”, tal como la definió el poblano oaxaqueño de triste memoria que tanto admira Gustavo Díaz Ordaz, “de andar entre la mierda sin hacer gestos”.
El dominio de este “arte”, propició que el llamado “negro de Champusco”, el guerrerense Mariano Piña Olaya, lo sacara de las riendas del maese Pacheco, para operar el despojo de las tierras que se requerían para la obra cumbre de su gobierno, la autopista Atlixcayotl. En esta labor se revela su más auténtica vocación, la de represor sin miramientos. Con el auxilio de los expertos, José Ventura Rodríguez Verdín, Joe Hernández Corona, y otros malandrines, no deja títere con cabeza.
Tercero, consumada la primera expropiación de predios que se hizo supuestamente por causa de interés público, continuó su labor de despojo, esta vez con el pretexto del periférico, se quitó su pequeña propiedad o su ejido, a todos los vecinos de asentamientos rústicos de la zona, todo ello cumpliendo las órdenes de quien lo graduó, lo tituló y lo encumbró hasta las alturas donde ahora se encuentra: el tabasqueño Manuel Bartlett Díaz, el gran instalador del neoliberalismo en Puebla, siendo –paradójicamente- enemigo declarado de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, a quienes les tiene inocultable envidia que disimula adoptando posiciones dizque nacionalistas, en defensa del petróleo, contra la ley Televisa, y otras medidas que le han merecido el reconocimiento de propios y más extraños que él, aunque en Puebla ha sido el gran traficante para especular con los predios de la zona comercial Angelópolis y destruir el proyecto histórico de la universidad democrática, crítica, científica y popular.
Durante la realización de las tareas encomendadas, Marín fue integrando lo que ahora se conoce como la “burbuja marinista”, con su tocayo Montero por delante, el chiapaneco Javier López Zavala, el tlaxcalteca Valentín Meneses, su cuñado Javier García Ramírez, su alter ego Alejandro Fernández Soto, su contador Víctor Manuel Sánchez Ruiz, formaron el grupo compacto que se dedica por entero a despacharse con la cuchara grande, más aún ahora, después de que ha superado el asunto de Lydia Cacho, gracias al dictamen de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que deja a los poblanos en la indefensión y a merced de la pandilla de Alí Babá, que también así le dicen sus amigos libaneses al “héroe de esta película, papá”.
Así que el pequeño tirano que llevaba dentro el “primer mandatario”, se muestra como el gran déspota de la modernidad, repiqueteando su fanfarronada predilecta: “a mi la prensa me la pela”, alardea que su prestigio, calidad moral y credibilidad, siguen intactos y nada podrá empañarlos. Uno de sus guaruras me contó cómo le gusta decir eso al tiempo que retira de su vista los periódicos a su alcance.
Si alguien aún dudaba de la autenticidad de las pláticas grabadas con Kamel Nacif, aquí están las pruebas contundentes de que “el gober precioso la trae contra los periodistas”, como dijo su “héroe chingao”, el mismo “rey de la mezclilla”, azote de la clase política en el poder. Al eliminar a los periodistas independientes y echarse en brazos de los oficialistas, confirma su desprecio por quienes se “sienten dios en el poder… no somos santos pero si tienen pruebas que las presenten…” ¿Más?
Finalmente, Mario Marín se revela como un personaje de opereta que sueña y delira con imponer a su sucesor, Montero o Zavala, que le garanticen seis años más de impunidad y de saqueo; mientras, hace creer a ambos que uno de ellos habrá de sucederlo. Mismo juego que han practicado todos los presidentes de la República y que ahora él juega con toda la maledicencia de la que es capaz. Y cuando asegura que “la prensa me la pela”, dicen los analistas influenciados por las teorías de Alfred Adler que “de esta manera supera su complejo de enano, lo puede manejar”, y otros más freudianos ortodoxos aseguran que simplemente expresa su deseo más íntimo de que en lugar de que lo denuncien y critiquen, quisiera que le hicieran el amor, lo masturbaran y le dijeran tiernamente, al oído: ¡mi gober precioso, chiquito pero picoso!
¿Se lo hará y dirá el masajista que devino periodista?

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