22 de mayo de 2007

La psicóloga Dalia A. Díaz Muñoz, “se proyecta”

Atribuye a la periodista y escritora Lidia Cacho Ribeyro, los rasgos de personalidad y de conducta que ella padece
La evaluación psicológica que le practicó a Cacho carece de validez y confiabilidad ya que no se apegó a la metodología científica


Federico Chilián Orduña

La psicología es una ciencia de síntesis que requiere para su comprensión del conocimiento de un conjunto de disciplinas que desde distintos enfoques estudian la naturaleza y el comportamiento humanos.
Siendo la persona humana una entidad biopsicosocial, única e irrepetible, como la consideramos los psicólogos, es preciso que los profesionales de esta ciencia conozcamos cabalmente tanto los factores biológicos, endógenos, como los sociales, exógenos, que influyen y eventualmente pueden determinar el comportamiento de los individuos.
El hombre es él y sus circunstancias. No se puede explicar la conducta humana sino en función del ambiente y las relaciones sociales de los que depende y en las que está inserta la persona. Pretender que un conjunto de tests psicológicos de carácter “proyectivo”, y una entrevista sesgada realizada por una mujer, “diplomada en psicología forense” y con una larga trayectoria en los sótanos de la PGR , sin que sus conclusiones sean revisadas y confirmadas o rechazadas por otros observadores, no puede sostenerse como testimonio irrefutable del perfil psicológico de ningún individuo.
Si los médicos, los economistas y otros profesionales, se ven precisados a considerar con sus colegas la validez y/o confiabilidad de sus apreciaciones, cuanto más lo requieren los psicólogos, toda vez que las variables que estudiamos son con frecuencia mucho más subjetivas que las que estudian otros investigadores. Es posible, que sobre el mismo individuo un par de psicólogos lleguen a conclusiones diferentes e incluso opuestas, dependiendo de la formación de los mismos psicólogos.
Los instrumentos de evaluación que empleó la licenciada Dalia Alejandra Días Muñoz son obsoletos y no concluyentes. Se diseñaron hace más de 50 años.
Lo que puede reportar el test gestáltico visomotor de L. Bender, para detectar una posible disfunción neurológica o daño orgánico cerebral, le pueden servir al neurólogo para confirmar lo que observa en el electroencefalograma o para rastrear con otros instrumentos una posible lesión o trastorno, nada más.
El test de matrices progresivas de J.C. Raven, para medir la inteligencia, es válido si aceptamos que la inteligencia es lo que mide la prueba de Raven; pero si definimos la inteligencia humana no sólo como la capacidad para resolver ciertos problemas, sino más que eso, como la facultad para plantear nuevos y superiores problemas, dicho test no sirve para nada.
Los otros tres tests que se emplearon para averiguar, que no determinar como dice el dictamen de la psicóloga, “rasgos y dinámica” de la personalidad, tienen el mismo valor que el tarot, la baraja española o los horóscopos para predecir la suerte de las personas, es decir, es nulo.
Y además, la defensa de Mario Marín Torres, equivoca también el procedimiento desde el momento en que promueve una revisión de la grabación, porque supuestamente se detectaron tres cortes, lo que implica que se acepte la grabación como prueba legal, a favor o en contra de quien la utilice, y en ese sentido, el gobernador lleva todas las de perder.
Todo hace suponer que la psicóloga Dalia Alejandra Díaz Muñoz le atribuye a la periodista Cacho rasgos de la dinámica de su propia personalidad, es decir, se “proyecta” en su “opinión pericial”.
El manejo que del dictamen hace el periódico Intolerancia, la columna de Enrique Nuñez y todo el tratamiento que se le da al caso, cabeceando la nota “PGR evidencia trastornos mentales de Lidia Cacho”, pone de relieve el interés político económico de los dueños de este diario y constituye una precipitada y anticipada conclusión a un proceso que aún está en marcha.
Antes de que naciera la gobernadora electa de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco, el que esto escribe ya se había recibido como licenciado en psicología en la Universidad Autónoma de Puebla, excuso decirlo, con las más altas calificaciones de la generación. Desde entonces, ha venido observando cómo los psicólogos van dando tumbos, caminando en medio de corrientes y escuelas psicológicas, buscando técnicas rentables y queriéndose acomodar en el enajenado y enajenante sistema de dominación capitalista; la mayoría, después de navegar por el psicoanálisis, el conductismo, la gestalt y otras escuelas, acaban en el eclecticismo, pero el eclecticismo no hace ciencia, sólo concilia puntos de vista diversos para favorecer el interés de quien maneja las herramientas, pero por ese camino nunca se arriba a la verdad científica.