26 de septiembre de 2006

Marín y Doger practican la demagogia con singular alegría

Elevadas cantidades del erario destinan para promover su imagen
Cada obra o servicio que realizan lo celebran y publicitan en grande


Federico Chilián Orduña

Demagogia.- 1. Actitud o actuación de un gobernante o político que trata de complacer al pueblo por cualquier medio con el fin de obtener su apoyo, 2. Forma de ganarse a la gente en cualquier campo con halagos, falsas promesas, manipulación de sus sentimientos, etc., 3. En la antigua Grecia, gobierno dictatorial ejercido con el apoyo del pueblo. Diccionario Santillana.
Demagogia.- Actitud que consiste en halagar las aspiraciones populares o los prejuicios de un gran número de personas para incrementar la propia popularidad y obtener o incrementar el poder. Diccionario Larousse.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre y decirlas con la mayor claridad y sencillez que sea posible para que cualquier persona lo pueda entender.
Sucede que el aún gobernador Mario Marín Torres y el presidente municipal Enrique Doger Guerrero, desde que iniciaron sus respectivos gobiernos han venido practicando la demagogia con tal alegría, como si por ello los poblanos estuviéramos felices.
Por todos los rumbos del estado y de la ciudad, se pueden apreciar grandes carteles y espectaculares, donde se ve a nuestros gobernantes con su cara sonrientes, acariciando a una viejecita o a un discapacitado (los niños no son muy frecuentes, desde que empezó el escándalo de la pederastia) y la leyenda “unidos para progresar” o “juntos es posible” y el insustituible rostro del gobernante.
Lo mismo en la televisión, en la radio y en la gran prensa, especialmente la mercenaria, saturan los espacios y a un mismo hecho le dan tal promoción que uno se pregunta, ¿estarán en campaña?, ¿qué querrán hacer o ser después de esto? Además, no les basta con los medios informativos ya existentes, ellos editan e imprimen los suyos, propios, oficiales, que excuso decirles, también nos cuestan un dineral, digo, a los causantes, aunque nadie los lea, y normalmente se destinen para envolver papayas, aguacates o limpiar vidrios.
Tal parece que Marín y Doger son partidarios de la consigna que reza: “lo importante no es poner el huevo, sino cacarearlo”, y así van por la vida haciendo alabanza en boca propia que equivale al vituperio.
Cierto es que no son los primeros, ni serán los últimos que lo hagan, después de los 2 mil millones de pesos que se gastó Vicente Fox Quesada, tan sólo en los 6 meses que antecedieron a la fecha de las elecciones, nada más para reforzar la campaña del único candidato que le garantizaba impunidad, el terrible FECAL, cualquier gobernante hará lo propio, para proyectar esa imagen de ser muy trabajadores, sufridos y sacrificados servidores públicos, aunque en realidad están dedicados únicamente a robar, bueno, con tal cuidado, que nada se les puede comprobar. Incluso, pueden concluir sus mandatos con certificados de transparencia y avales de la contraloría, pero nomás hay que ver cómo viven y cómo se las gastan, en fin, es cosa de todos los días.
Cuando Mario Marín estudiaba en la preparatoria popular Emiliano Zapata de la UAP y Enrique Doger también el bachillerato en la Universidad Realística, el que esto escribe era maestro de la misma escuela donde estudiaba Marín, incluso era el coordinador de docentes, tenía a su cargo la capacitación de maestros y la orientación educativa de los alumnos, además impartía clase en la Escuela de Filosofía y Letras de la otrora gloriosa Universidad Autónoma de Puebla. En aquellos tiempos, cuando todavía vivían Joel Arriaga y Enrique Cabrera, el objetivo de la Universidad era formar profesionistas realmente comprometidos con las demandas de las clases populares, gente que no pensara tanto en lucrar como en servir, ciudadanos que se distinguieran por su probidad, su dominio de la técnica y su capacidad de crítica al sistema económico harto desigual en el que estamos inmersos, pero ¿qué son hoy Mario Marín y Enrique Doger?, aparte de acaudalados políticos, cuya fortuna estratosférica ignoramos como la lograron, porque hasta donde sabemos siempre han vivido de su sueldo como “servidores públicos” o ¿acaso se sacaron la lotería?, ¿heredaron una hacienda?, ¿qué hicieron?. Son preguntas que jamás tendrán una respuesta creíble.
Claro, el mismo que esto escribe ganó el premio estatal de periodismo en 1976 otorgado por el entonces gobernador Alfredo Toxqui Fernández de Lara, que es el último gobernador que podía transitar por la vía pública sin que nadie tuviera algo que reclamarle, porque lo que es Melquíades Morales, Manuel Bartlett o Mariano Piña Olaya, que ni se les ocurra darse una vueltecita a pie por el zócalo de la ciudad, porque seguramente se llevarían por lo menos una silbatina y una que otra mentada.
Digo, la BUAP de ahora ya no es ni la sombra de la UAP que conocieron los próceres que mencioné más arriba, se ha cercenado la matrícula, han corrido a los maestros críticos (mi compañera que estudia historia me contó que uno de sus maestros le dijo que les había llevado 10 años correr a los maestros marxistas, pero finalmente lo consiguieron) y hasta el obeso y descompuesto secretario Taméz Guerra elogia la “excelencia académica” de nuestra universidad, pero esa es otra historia que contaré en un libro que estoy escribiendo con motivo de los 50 años de autonomía universitaria y se titula: “Lobotomía, Mitomanía o Autonomía”, con el subtítulo: “De la Razón en disputa a la búsqueda de la congruencia”, lo que interesa destacar en esta nota, es que nuestros gobernantes egresados de la misma casa de estudios, lejos de ser realmente sensibles a las demandas de los que menos tienen, como dicen sus comerciales, privilegian a los privilegiados. Gruesas sumas le pagan duopolio televisivo, a las estaciones radiodifusoras y los grandes rotativos, pero a los periodistas independientes que no tienen pelos en la lengua los tratan con la punta del zapato, si no lo creen pregúntenle a sus responsables de la comunicación social y relaciones públicas, los inefables Javier Sánchez Galicia, Raymundo Vega y Crespo, Ismael Ríos y Erick Becerra; ellos son los encargados de que sus jefes nos proyecten esa imagen tan deleznable, ni modo allá ellos.