9 de julio de 2006

Otra vez Marín extralimita sus facultades

  • Al pedir el gobernador “que se respete la decisión del IFE y se reconozca como presidente a Felipe Calderón”, invade un ámbito de decisiones ajenas y ofende a los millones de mexicanos inconformes
  • Esta es una muestra más del acuerdo de apoyo mutuo que establecieron el llamado gober precioso y el PAN, confirmado semanas antes de los comicios

    Federico Chilián Orduña

Pese a que Mario Marín, supuestamente, se recibió de licenciado en derecho y ciencias sociales en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y ocupa el cargo de Gobernador Constitucional del Estado de Puebla, parece que no ha terminado de aprender cuales son sus funciones, derechos y obligaciones, para qué lo faculta la ley y para que no.
Que Vicente Fox haya hecho lo mismo, de manera estratosférica, a lo largo de todo su sexenio, a nadie sorprende porque es del conocimiento público cuan grande es la ignorancia y el cretinismo del huésped de Los Pinos, quien a duras penas obtuvo el grado de licenciado en relaciones industriales de la Universidad Iberoamericana, y toda la fama alcanzada antes de vivir de la política, la adquirió vendiendo la “chispa de la vida”, nada que ver con la jurisprudencia.
Pero que todo un servidor público abogado que ha sido alcalde de la ciudad, secretario de gobernación, presidente estatal de su partido y funcionario del poder judicial, le pida a uno de los actores políticos del proceso electoral, que arríe banderas, deponga principios y se conforme con el fraude que le han infringido, es peor que una mentada de madre a la dignidad de los ciudadanos que no han perdido la confianza en el estado de derecho, y con base en eso libran la lucha legal y política que consideran necesaria para tratar de alcanzar sus legítimos objetivos.
Con la más reciente declaración del titular del ejecutivo poblano, internacionalmente conocido como el gober precioso, en el sentido de que “se respete la decisión del IFE y se reconozca a Felipe Calderón como presidente electo” se reafirma la versión de que mucho antes de los comicios del 2 de julio, hubo acuerdos estratégicos entre el presidente nacional del PAN Manuel Espino Barrientos, quien durante su última visita a Puebla pidió a los militantes de su partido “no tocar el asunto de Marín Cacho”, dizque “para no inhibir la votación”, y el ocupante de Casa Aguayo, quien parece tener prisa por lamer los zapatos de su presidente “electo”.
El dirigente panista puede hablar como se le antoje, allá la gente que le crea y acepte sus recomendaciones, pobrecitos, que con su PAN se lo coman; pero el mandatario de Puebla no puede hacer nada sino aquello que la ley le ordena o le permite, y en ninguna parte de la Constitución ni de las leyes que de ella emanan, se establece que cuando dos competidores políticos se disputan el voto ciudadano, el conteo que haga el IFE es inapelable y los gobernadores de los estados tienen la obligación de persuadir a los contendientes para que acepten ese resultado, y se abstengan de impugnaciones y de emplear cualquier forma de protesta, argumentando que si no lo hacen eso puede causar inestabilidad, afectar la economía, la paz social, etc. Hacer esto significa extralimitarse en sus facultades, por decir lo menos.
Que la Iglesia Católica Apostólica Romana asentada en México, plantee algo semejante a lo que pide Marín, tampoco debe sorprender, esta milenaria institución desde que fincó sus reales en territorios americanos ha estado de parte de la reacción, de la derecha, del retroceso, del oscurantismo, de los dogmas, de la superstición, del miedo, de la dominación, de la explotación, en suma, de la violencia institucional al servicio de la oligarquía, salvo las honrosas excepciones que confirman la regla con Miguel Hidalgo y José María Morelos que pagaron con la excomunión y su propia vida, el oponerse a los designios eclesiásticos. Nada extraño. El alto clero católico siempre ha sido parte de la mesa en la que se confabulan la aristocracia y la plutocracia. Lo raro sería que los dignatarios de la Iglesia actuaran a la inversa, pero no tienen calidad moral para eso, algunos son pederastas, otros dipsómanos, unos más misóginos y un buen número son meros farsantes en la doctrina de Cristo.
Ellos están felices con la “elección” de Felipe Calderón, porque con eso tienen segura la multiplicación de sus privilegios y mayores tajadas del poder, como espacios en la televisión, escuelas e instituciones públicas, etc. Para eso ya cuentan los cardenales, obispos y arzobispos con los “educadores” que comanda la maestra Elba Esther Gordillo con su uniforme de arlequín trisexual PRI-PVEM-PANAL, al servicio del PAN y la sacrosanta madre Iglesia. No tiene nada de raro que Roberto Campa se apresure a levantarle la mano a FECAL, son del mismo bolo fecal.
Que el Consejo Coordinador Empresarial ponga el grito en el cielo y encienda las alarmas para advertir del peligro que corremos si los inconformes con el fallo del IFE se empeñan en exigir que se cuenten los votos uno por uno; y advierta de la “posible” caída en la paridad del dólar, en la bolsa de valores, en el mercado interno y externo y se anticipe al “efecto tequila” que esto puede acarrear en todo el hemisferio, tampoco debe sorprender, es simple y natural.
EL CCE es paranoico por naturaleza, constituye una especie de federación de organismos patronales para impedir que sus empleados y trabajadores se involucren en cuestiones de dimensión social, y se limiten a aumentar la producción y la productividad en sus empresas, y no hagan caso de demandas laborales, sindicales, políticas o de cualquier otra índole. La vía del ascenso es la abyección. Ellos son la conciencia de la sociedad, los demás son como simples máquinas a las cuales sólo hay que echarles combustible para que trabajen. Para la cúpula de este organismo el presidente ideal es Felipe Calderón, obvio, y nadie puede negarle al CCE su derecho a manifestarse en el sentido que quiera. Afortunadamente no todos los empresarios piensan como sus cúpulas, el charrismo se da en todas partes, tanto entre los obreros como entre los patrones, a la hora de los votos las bases son las que cuentan.
Pero con un primer mandatario del Estado, de Puebla o cualquier entidad de la República Mexicana, la situación es diferente, el gobernador no puede sugerir en ningún momento que los ciudadanos renuncien a ejercer sus derechos políticos. No es su papel juzgar y menos prejuzgar; su función es ejecutiva, no judicial. Lo que tiene que hacer es garantizar el ejercicio de sus derechos a todos los habitantes del Estado, sin discriminar a nadie.
Tampoco puede afirmar en su caso personal el gobernador Mario Marín Torres, sin faltar al decoro y al derecho, que “con las elecciones del 2 de julio, el caso de Lydia Cacho quedó atrás, está superado y ya nadie se acuerda de él”. Lo cierto es que hay un proceso en curso y es la Suprema Corte de Justicia la que va emitir el fallo definitivo de acuerdo con la Ley. Que el PAN lo vaya a cubrir y lo quiera exonerar es otra cosa, es su recompensa por “no meter las manos” en el proceso electoral y favorecer que el PAN se despachara con la cuchara grande, colocara a sus incondicionales en las funciones claves del IFE y manipulara todo el proceso a su conveniencia.
Aquí en Puebla (y en Yucatán) se fraguó el fraude hormiga que le dio la ventaja oficial a FECAL, la diferencia que le sacó a AMLO en Puebla fue de 104 mil votos; en Yucatán fue de 207 mil. En la suma de todo el país fue de 250 mil en números redondos. Aquí fue donde Mario Marín y el PAN le hicieron un hoyo a la República, para mantenerse ambos en el poder y protegerse mutuamente.
Esta es la política neoliberal que se hace en México, cuyos padrinos de bautizo, primera comunión, confirmación, y matrimonio, son George Bush y el Zapatero español, quienes han enviado sendos telefonemas para dar sus congratuleshons y sus palmaditas en la espalda rediez, al tal Calderón. Todos son fecal.