19 de febrero de 2008

Fidel Castro renunció

Mediante un mensaje publicado en el periódico Granma, el presidente cubano dio a conocer su decisión de renunciar al cargo, por motivos de salud

Federico Chilián Orduña

Seguramente todos los grandes periódicos del mundo van a insertar el mensaje de Fidel Castro y las reacciones de propios y extraños a su decisión de renunciar, aquí no tenemos espacio para tanto, a lo sumo, agregar nuestra modesta opinión sobre lo que significa esta importante decisión.
De entrada, reconocer la sensatez del comandante en jefe de la revolución cubana, que su equipo biológico personal ya no da para más, a lo sumo, estar sentado o acostado en espera de que llegue lo inevitable, la muerte natural que puede suceder tan pronto como más se agite, por lo que más le vale, llevársela tranquila a sus 81 años de edad. Mi madre tiene 85 años y aún sale a bailar danzones los domingos, pero ella jamás emprendió más revolución que la de llevar al baile a los miembros del Instituto Nacional de la Senectud (INSEN) y apartarlos de la rezadera, el tejido y el dominó, pero nada de exponer el pellejo. En cambio, el ahora ex presidente, seguramente ha de sentirse muy cansado, por lo que es preferible descansar y con el apoyo de la medicina cubana a lo mejor llega a los 90 como mi papá, quien de no haber sido por una caída que le descalabró la cabeza, hubiera seguido fornicando con las Testigas de Jehová que lo visitaban cada ocho días.
Una sabia decisión la de Fidel, que seguramente abonará el proceso de transición a la democracia como quiera que se le quiera ver. Desde la perspectiva revolucionaria, alienta la posibilidad de que los cuadros jóvenes tomen las riendas del país y con inteligencia desplacen a la gerontocracia; en el enfoque de los refugiados en Miami, la oportunidad para alcanzar la legitimidad que reclaman, en ambos casos, mayor apertura para propiciar los cambios que desea el pueblo cubano, sin privilegios, ni exclusiones.
Fidel Castro ya tiene un lugar en la historia, se le aplauda o se le repruebe, no se le puede ignorar, es parte no sólo de la historia de su país sino de la del continente y el resto del mundo; a casi medio siglo de estar a la cabeza del movimiento revolucionario que lo llevó al poder y en el que se mantuvo hasta ayer de manera formal, decide renunciar.
El hombre que junto con Ernesto “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos y todos los integrantes de la gesta del 26 de julio, conmovió al mundo y cimbró las estructuras de la gran potencia norteamericana, todavía va a dar mucho de qué hablar porque no ha muerto, y aún después de que fallezca, seguramente seguirá siendo un referente insustituible para comprender lo que sucede en Latinoamérica, sobre lo que fue posible, y lo que ya está muy cabrón, para lograr las grandes transformaciones estructurales que demandan los pueblos, sin perder la mínima libertad alcanzada en la economía de mercado, ni claudicar de la justicia social básica que todos merecen. Ese es el reto.

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