5 de agosto de 2007

Bartlett e Hinojosa, semejante ignorancia

Ignorando que fue un represor de los indígenas y del teatro que realizaban al aire libre, ambos le rindieron pleitesía a Juan de Palafox y Mendoza

Federico Chilián Orduña

La primera mitad del gobierno de Manuel Bartlett Díaz en la entidad, que coincidió con el primer gobierno municipal panista de la ciudad de Puebla, en manos de Gabriel Hinojosa Rivero, fue nefasta para los poblanos. Dos estilos de autoritarismo chocaron y la ciudad se estancó. ¿La razón? Ni el gobernador ni el presidente municipal conocían la historia de Puebla; es más, todavía no la conocen. Para pruebas basta un botón: el culto que ambos le rindieron al obispo de la colonia Juan de Palafox y Mendoza.
Manuel Bartlett Díaz, quien se convirtió en “el padrino” de la clase política priísta poblana, celebró muy ufano que su secretario de cultura Héctor Azar impulsara un festival cultural que se proponía igualar o superar al cervantino que se hace en Guanajuato, al cual le puso el nombre de palafoxiano, pero este tuvo una duración efímera, luego de que este “pasquinero”, (que así me ha llamado otro ignorante de nombre José Luis Cardona Ruiz), le demostró al dramaturgo Azar, que sus homenajes al clérigo Palafox eran un despropósito.
Gabriel Hinojosa Rivero, como bestia que sigue la zanahoria del jinete que lo monta, reprodujo el error colocándole el nombre del sacerdote enemigo del teatro indígena a una de las principales calles de la ciudad, pese a que las otras tres con las que se forma el eje, tienen nombres que aluden a sucesos históricos del México independiente: Avenida Reforma, 16 de septiembre y 5 de mayo, lo cual no le importó el entonces panista, pues, como se sabe, los panistas no respetan el Estado laico y, con Felipe Calderón a la cabeza, pretenden instaurar una tiranía teocrática con ideología franquista.
Cuando le llevé a Héctor Azar el ejemplar de Verdad Ciudadana que yo editaba con mis recursos para hacer la réplica al pasquín Poder Ciudadano que el ex alcalde Hinojosa editaba con los recursos del erario, en el que demostraba que su homenajeado obispo era un sujeto sumamente autoritario, fanático, inquisidor y represor del teatro, los males hepáticos, gastrointestinales y cardiacos del dramaturgo se aceleraron, y poco después se fue a la tumba. El gran dramaturgo que fue Héctor Azar ignoraba hasta esa fecha lo que yo le mostré a sus propios ojos.
En el número 7 de Verdad Ciudadana, correspondiente a la semana del 28 de septiembre al 4 de octubre de 1996, se publicó lo siguiente:
“En el libro “Vida y muerte del teatro nahuatl” de María Sten, editado por la Universidad Veracruzana en 1982, se consigna que en 1644 el obispo de Puebla, Don Juan de Palafox y Mendoza, lanza contra el teatro un ataque particularmente duro (…) “las comedias son la peste de la república, el fuego de la virtud, el cebo de la sensualidad, el tribunal del demonio, el consistorio del vicio, el seminario de los pecados más escandalosos, hijos de la idolatría y gentilicia ceguedad, y que con todos estos títulos y otros más infames las definen los santos en sus tratados”.
Y prosigue el obispo Juan de Palafox con su “Epístola de exhortatoria a los curas” que las comedias son: “un seminario de pasiones, de donde sale la crueldad embravecida, la sensualidad abrazada, la maldad instruida (…) ¿Qué cosa hay allí que sea de piedad y religión? (…) Ver hombres enamorando, mujeres engañando, perversos aconsejando (…) y disponiendo pecados. La comedia es cátedra donde se enseñan las maldades, en donde a la casada le advierte cómo engañar al marido, a la doncella a sus padres, de que manera se harán sin pena los adulterios”.
Por lo tanto, clama el obispo Palafox, “apartémonos de los teatros (…) donde sólo es bueno lo que en todas partes es malo; porque el adulterio, que en las plazas se castiga, allí se alaba; los hurtos, que en todas partes se evitan, allí con eminencia se enseñan. Los amores que en todas partes se reprimen, allí se solicitan y aplauden; las traiciones, que en todas partes se aborrecen, allí entretienen y divierten; las mentiras, que en otras partes son feas, allí son apacibles y graciosas; finalmente, lo que es delito en la calle es allí magisterio y alabanza”.
Los comediantes son, para el obispo Palafox, enviados de Satanás, y por lo tanto no se les debe dar cosa alguna… “que ninguno de sus familias les socorra”.
Resulta paradójico que 350 años después, un secretario de cultura del gobierno de Puebla, dedicado al teatro toda su vida, se ponga a ensalzar la imagen de un obispo que censura el teatro en México. Aunque no lo es tanto que un ayuntamiento clerical y reaccionario como el de Gabriel Hinojosa, aproveche el desliz para mitificar al obispo Palafox, le cuelgue su nombre a la calle que los universitarios siempre han querido que se llame como su alma máter.
A su actitud represora hacia el teatro, hay que añadir el gran pleito que Palafox tuvo con los padres de la Compañía de Jesús, los jesuitas, en un litigio que se prolongó por más de seis años, tiempo durante el cual se intercambiaron insultos y excomuniones. Asimismo, durante más de siglo y medio se editaron libelos de toda índole contra el obispo Palafox, quien supuestamente estaba a favor de la persuasión y en contra de cualquier otro método para la evangelización; lo cierto es que su “persuasión”, no era más que un sistema de manipulación y advertencias: “crees o te vas al infierno”, que era la versión colonial del actual “coopelas o cuello”.
Su proceso de canonización iniciado en 1688 sigue abierto y está en la fase de conclusión. No es remoto que el Papa Benedicto XVI acabe por canonizarlo, y el próximo alcalde -que todo apunta, si la situación no se corrige en el PAS, a que sea Antonio Sánchez Díaz de Rivera-, le haga un pequeño cambio de matiz al nombre de la calle, y acabe por llamarse “San Juan de Palafox y Mendoza”. En cuyo caso, habremos dado un gran salto a la edad media y al oscurantismo.
Por otro lado, justo es recordar que María Sten, investigadora polaca mexicana, nacida el 5 de junio de 1917, falleció el 17 de enero de este año, y aun cuando en las exequias se congregaron personajes de la talla de Miguel León-Portilla, Hugo Gutiérrez Vega, Juan Gelman, Alfredo López Austin, Andrés Henestrosa, Eugenia Revueltas y Elena Urrutia, entre muchos, el país está en deuda con esta prolífica y fecunda investigadora, porque contribuyó en gran medida a desmitificar a personajes a quienes los políticos les rinden pleitesía sin merecerlo, como lo es Juan de Palafox y Mendoza.

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