6 de mayo de 2007

La Iglesia católica se derrumba

Al desnudo y a la vista de todo el planeta la mitología y corrupción que la han distinguido a lo largo de su historia
Nunca antes las autoridades del Vaticano ni su doctrina habían sido tan severamente cuestionadas y enjuiciadas como en la actualidad
Su posible caída parece inminente


Federico Chilián Orduña

A la Iglesia católica le está pasando lo de al Titanic luego de haberse golpeado con un iceberg. En el caso del gran barco, sabido es que en cuestión de horas se fue al fondo del mar de manera inevitable. En forma análoga, la institución denominada Iglesia católica apostólica romana, con más de milenio y medio de existencia, después del golpe que le ha dado Benedicto XVI y sus aliados, puede que sobreviva unas décadas más, sostenida en la fe de quienes se rehúsan a reconocer el fallo tremendo de la historia y de la ciencia, pero de cualquier modo todo indica que se vendrá abajo como todos los aparatos ideológicos cuando pierden su razón de ser.
Las nuevas generaciones que tienen la oportunidad de prepararse intelectualmente, recibir una educación científica, acceso a la lectura de todo tipo, a los medios de información, especialmente al Internet, que han leído lo fundamental de la Biblia de manera desprejuiciada, en un gran porcentaje ya no creen en los dogmas del catolicismo ni en los de ninguna otra religión; sólo que a ninguna le afecta tanto como a la católica, pues esta ha sido la que con más privilegios y poderes cuenta, la que más abusos ha cometido en contra de la humanidad, y la que más se ha corrompido a la vista del mundo entero[1].
La crisis que ahora vive la Iglesia católica, no se parece a ninguna de las que ha experimentado desde que la legalizó y legitimó el emperador romano Constantino, luego de tres siglos de operar en la clandestinidad, desde que esa “piedra” llamada Simón o Simeón, a quien Jesús apodó Pedro, se convirtió en el primer Papa, de acuerdo con la versión oficial de la misma Iglesia.
Lo sucedido durante la reforma protestante en el siglo XVI con Martín Lutero a la cabeza, sacudió seriamente al papado y toda la estructura de la Iglesia católica, a tal grado que se produjo un cisma de graves consecuencias. Se dividió la iglesia pero se diversificó, fortaleció y extendió la doctrina. Surgieron multitud de denominaciones evangélicas, cristianas no católicas, que se apartaron del Vaticano para siempre, luteranos, anglicanos, metodistas, presbiterianos, adventistas y posteriormente muchos otros que se asumen como continuadores de la tradición original cristiana, sin pasar por Constantino, ni por Lutero, como los bautistas, los pentecostales, los mormones, los testigos de Jehová y otros más recientes como los fieles de amistad cristiana, cristianos redimidos y otras variantes que se aferran a Jesucristo como a un clavo ardiente para no caer en el abismo del terror al infierno, la sensación de soledad, angustia y perdición que genera el sentimiento y el presentimiento de la muerte.
Todas estas mal llamadas “sectas” protestantes o evangélicas[2], podrán ver incrementadas sus membresías a raíz de las deserciones que se observen en el catolicismo en el corto y mediano plazo, pero a final de cuentas tienden a correr la misma suerte de los católicos, porque se ha puesto en evidencia que la Biblia es tan solo un libro literario, mítico, fantástico, un bello cuento de hadas si se quiere[3], pero no “la palabra de Dios” como sostienen los cristianos católicos y no católicos, apreciación que comparten 5 de cada 6 habitantes el planeta, que no son católicos ni cristianos.
Las beligerantes presentaciones de Benedicto XVI en países islámicos[4] y sus disparatadas declaraciones respecto a la supuesta agresividad con la que se condujo Mahoma, su posicionamiento sobre los temas de la evolución, el diseño inteligente, el aborto y la sexualidad, aunadas a su pasado en las filas del ejercito nazi, con preferencias homosexuales, han reforzado la convicción de que toda la doctrina eclesiástica, especialmente la Biblia, es un escrito producto de la imaginación e inventiva de seres humanos muy hábiles para lucrar con las creencias de la gente[5], mismos que haciendo acopio de leyendas antiguas lograron redactar un documento ecléctico teológico[6], una especie de sincretismo helénico judaico, que al oficializarse en el seno del imperio romano[7], adquiere la forma que subsiste hasta la fecha.
Con la lectura de la Biblia, cualquier persona se puede percatar de la psicología del Señor Jehová de los Ejércitos que se describe en el Antiguo Testamento, que no es la de un Dios misericordioso, comprensivo, paciente, tolerante, previsor y sensato, sino la de un creador implacable[8], violento[9], caprichudo[10], que en múltiples ocasiones es presa de la ira y destruye su propia obra causando la muerte y el sufrimiento de millones de seres[11] para privilegiar a un solo pueblo, el judío, a quien protege y le autoriza esclavizar a las naciones que le rodean[12], y desatar su furia contra sus adversarios. Los diálogos que sostiene Jehová con Adán, Abraham, Moisés y demás personalidades de la historia bíblica con los que Don Jehová tuvo a bien conversar sin mayores trámites, sólo los creen los que no han leído ni el Génesis, que sólo han oído o que habiéndolo leído están dispuestos a aceptar que 2 más 2 no son 4, sino pueden ser 5 o 3, dependiendo de quien haga las cuentas, o que la luna es de queso gruyere y que Santa Clos efectivamente desciende por la chimenea de las casas, cada navidad, para repartirles juguetes a los niños de todo el mundo, menos a los de Biafra y otra comunidades, por no tomar sus alimentos como Dios manda.
Por lo que toca al Salvador Jesucristo hay que reconocer que es un personaje conmovedor[13], pero nada original, muchos otros dioses antes que él, también murieron crucificados, resucitaron, nacieron de madres vírgenes, caminaron sobre las aguas, sanaron leprosos, pronunciaron discursos en las cimas de una montaña, expulsaron a los mercaderes del templo[14] y ofrecieron la vida eterna a cambio de creer que ellos, y sólo ellos, eran los únicos hijos de Dios, es más, eran el Dios mismo encarnado. Baste leer las historias de Atis, Osiris, Buda, Crishna[15] y muchos otros de la India, Egipto, Persia, etc., etc.[16] Claro, son respetables todos los credos y sobre todo es respetable el derecho a creer en lo que uno quiera, criterio que gracias al Estado laico y no a la iglesia es el que predomina en casi todo el mundo, sin que haya necesidad de demostrar que nuestras creencias son verídicas o son buenas y todas las demás son falsas y malvadas. Se reconoce que son cuestiones de la conciencia íntima, pero la mera verdad, como el sol, no se puede tapar con un dedo y querámoslo o no, a todos nos afecta para bien o para mal.
Es el caso que Joshep Ratzinguer, pudo haber dejado la doctrina de su fe tal como está y darle continuidad al proyecto rabiosamente anticomunista de su antecesor, sin necesidad de revivir viejas polémicas en las que la Iglesia lleva todas las de perder, como las del origen y evolución del universo, la vida y los seres humanos, que la ciencia ha logrado explicar de manera objetiva, lógica, racional, bella y maravillosa, a lo cual, ni la Biblia ni las encíclicas papales pueden aspirar por el simple hecho de que ellas no son científicas[17], no pueden apelar a la razón y tienen que conformarse con que la gente acepte sus versiones por fe, sin chistar, con la misma inocencia que un bebé mama y succiona lo que se le acerque a su boca, sin percatarse si es leche o cualquier otra sustancia[18].
Benedicto XVI, como chivo en cristalería, destruyó todo el andamiaje ideológico que le heredó Juan Pablo II, más lo que sucede con Norberto Rivera y toda la red de pederastas denunciados por todo el mundo, a quienes los primeros en proteger fueron los mismos papas que encubrieron a Marcial Maciel, a Nicolás Aguilar y a los cientos de degenerados que están incrustados en la clerecía, agravaron la situación[19].
Mientras Benedicto XVI resucita resentimientos antisemitas[20], aquí Norberto Rivera desentierra odios y rencores cristeros, en tanto en Brasil como en el resto de Latinoamérica se alistan para presentarle un largo listado de reclamos a “su Santidad”.
El daño que le afecta a la Iglesia ya no tiene remedio ni reparación. Le sucederá lo de al Titánic. La irracionalidad de sus dogmas por un lado, y por otro la inconsecuencia y corrupción de sus autoridades ha corroído sus estructuras, es como el cáncer en los huesos en todo el sistema óseo, no hay trasplante de esqueleto, los determinantes de su inminente derrumbe se han hecho presentes[21]. Del colapso inevitable nosotros quizás ya no seamos testigos, a menos que viviéramos lo que Moisés o alguno de los personajes del Antiguo Testamento, pero probablemente nuestros hijos o nietos lo vean, alguien diría: si Dios quiere. Parece que se viene a pique en una o varias décadas el Estado Vaticano aunque subsistan por algún tiempo las congregaciones católicas nacionales y provinciales, pero la figura papal y el boato del aparato romano tienden a desparecer, cuando esto ocurra, la miseria material, moral, espiritual e intelectual que se padecen en el hemisferio occidental, empezarán a desaparecer como por arte de magia, y la humanidad empezará a vivir en paz.
Por lo pronto, en la capital de la República Mexicana, la Iglesia católica se ha llevado un serio revés con la aprobación de la ley que despenaliza el aborto. Por otra parte, están en proceso un cúmulo de demandas en contra de Norberto Rivera en Estados Unidos y la gira de Benedicto XVI por Sudamérica se viene muy controvertida, ahí se irá viendo cómo como se desmorona este aparatito. Aclaro que no se trata de una nueva profecía barata, sino de un cálculo estadístico basado en la teoría de la probabilidad, con un índice de confianza y un margen de error aceptables.
[1] Fernando Vallejo, La Puta de Babilonia, Editorial Planeta
[2] Eduardo del Río, Rius, El supermercado de las sectas, Editorial Grijalbo
[3] Eduardo del Río, Rius, La Biblia esa linda tontería, Editorial Grijalbo
[4] El Corán, Sura 47, Vers. 4
[5] Eduardo del Río, Rius, La Iglesia y otros cuentos, Editorial Grijalbo
[6] Pepe Rodríguez, Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica, Ediciones B. Barcelona
[7] Alberto L. Merani, Freíd y el Talmud, Editorial Grijalbo
[8] La Biblia, Josué, Cap. 6, Vers. 21
[9] La Biblia, Números, Cap. 25, Vers. 3-4
[10] La Biblia, Josué, Cap. 6, Vers. 19
[11] La Biblia, Deuteronomio, Cap. 3 Vers. 6-7
[12] La Biblia, Levítico, Cap. 25,Vers. 44
[13] La Biblia, Lucas, Cap. 14, Vers. 26
[14] La Biblia, Mateo, Cap, 10, Vers. 34
[15] Leyendas del Cristianismo, Wikipedia, La enciclopedia libre
[16] Emilio Bossi, Jesucristo nunca existió, Publicaciones Ácratas, El Sembrador, Edita CNT de Andorra
[17] Javier Armentia, El creacionismo, vaya timo, Editorial Laetoli
[18] Carl Sagan, Los dragones del Edén, Premio Pulitzer
[19] San Juana Martínez, El manto púrpura, La pederastia en tiempos de Norberto Rivera, Editorial Diana
[20] El Talmud, Levíticus, Cap. 25, Vers. 14
[21] Fernando Savater, De los dioses y del mundo, Editorial Anagrama