29 de mayo de 2007

La Biblia, esa ridícula fantasía

10ª parte
Hugo Pardo

Un amigo dibujante de nombre Rafael me hace el comentario de que los Testigos de Jehová forman una secta mucho más perniciosa de lo que puede ser el clero católico; le respondo que no, esa gente, conocida entre los demás amigos como los “testículos de Jehová”, llamados así porque a huevo quieren entrar en las casas a donde llevan el evangelio, son unos pobres diablos que sirven al imperialismo yanqui sin darse cuenta, y que sus revistas como el Atalaya y otras publicaciones, normalmente van a parar al cesto de la basura, porque la gente sensata no los toma en serio.
Hay otra secta, que tampoco admite ser considera protestante, denominada Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los famosos “mormones”, que de veras mueve a risa. La mayoría de los mexicanos que asisten a los templos mormones lo hacen únicamente por la curiosidad de convivir con los gringos y las gringas que vienen a “salvar” a los morenitos de este país, pero ni de chiste se atreven a hablar del ángel Moroni y del Libro del Mormón que sustentan su doctrina.
Todas estas sectas cristianas apartadas del culto católico romano, son igualmente míticas, aún cuando hayan crecido en los últimos 30 años de manera vertiginosa, pero ya llegaron a su tope, éstas como todas las demás irán viendo cómo se quedan únicamente con los viejitos y con los demasiado ignorantes. La gente culta, bien informada, ni de chiste asiste ya a ninguna iglesia, a menos que lo invite su patrón o algún amigo muy querido.
Todo mundo, felizmente, se va dando cuenta que las religiones, todas, son un invento de los hombres y que poco a poco se irán a los museos de antigüedades.
Para darse cuenta del empeño del Señor Jehová de los Ejércitos en hacer que todas sus criaturas se hicieran bolas y se estuvieran peleando toda la vida, nada más hay que leer la historia de Abraham y de Jacob, también en el Génesis. Con ello, podrá entender porque los cristianos, los judíos y los musulmanes, tienen 15 siglos de estarse matando por la supremacía ante su Dios común: don Jehová de los Ejércitos. Nomás léanse el Génesis, a ver si aguantan. Hoy no hay citas bíblicas, por falta de espacio.