19 de abril de 2007

Las luchas políticas en Puebla

1961-1981
De Abraham Quiroz Palacios
Comentario de
Federico Chilián Orduña

Uno de los libros más recientes del maestro Abraham Quiroz Palacios, se titula “Las luchas políticas en Puebla 1961-1981”. A juzgar por el hecho de que el autor es el Coordinador de la Maestría en Psicología Social, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, uno podría esperar que su obra fuera un testimonio del trabajo que es factible desarrollar desde la perspectiva de la psicología social, pero ni por el objeto de estudio, ni por la metodología empleada se trata de eso. Es una ordenada recopilación de datos históricos e información económica, con interpretaciones ideológicas y conclusiones políticas, pero nada más; en ningún momento, se propone el maestro Quiroz revelar las variables de orden psicológico social, que se observan y se generan en el periodo estudiado.
De entrada se anticipa que su “objetivo central” es hacer una “reconstrucción crítica de las principales luchas y conflictos políticos”, acaecidos en la ciudad de Puebla en el lapso que se indica. Objetivo vagamente planteado que finalmente no se consigue porque desde el inicio se incurre en una imprecisión semántica que da lugar a que el autor se extravíe en información estadística, económica y periodística que no contribuye en absoluto a que el psicólogo social Quiroz Palacios logre tal “reconstrucción”.
Se reconstruye lo que alguna vez se construyó y está destruido, lo cual no es el caso. El término “reconstrucción” es inadecuado para designar el relato que se propone el maestro Quiroz, bien pudo utilizar la palabra exposición, narración, estudio, aproximación, o cualquier otro que nos acercara mejor a la comprensión del esfuerzo intelectual que desarrolló a lo largo de 236 páginas.
Luego, la crítica que formula el maestro Quiroz en su libro es hacia lo que se considera los “enemigos históricos de la Universidad”, esto es, las fuerzas de la derecha, las cúpulas empresariales, el alto clero político, el gobierno en manos de caciques y en general, la llamada “oligarquía criolla” inconforme con las directrices que supuestamente le imprimían a la universidad los grupos liberales, masones y comunistas. Sin embargo, el enfoque es maniqueo, porque resulta que ellos son los malos, y estos los buenos, aquellos son los intolerantes y los de aquí sus víctimas, los de fuera son los violentos y los de dentro los pacíficos; punto de vista que bien pudiera coincidir con gran parte de la realidad pero que no muestra toda la realidad.
Hay una manera de superar los múltiples y diversos puntos de vista y es el de sustituirlos por un “globo de vista”, concepto que empecé a manejar desde mi participación en el XXIII Congreso Internacional de Psicología efectuado en París en 1976, que por falta de auspicio para mi trabajo científico no he podido desarrollar con mayor amplitud, y que consiste en abordar nuestro objeto de estudio con una visión envolvente, en este caso, ser crítico y auto crítico, mirar de dentro hacia fuera y a la inversa, de arriba hacia abajo y al revés, en suma, observar desde todos los ángulos el fenómeno en cuestión.
Por otro lado, retomando lo que dije en el primer párrafo, están ausentes en este libro las variables que corresponde estudiar a los psicólogos sociales: las motivaciones, las actitudes, los conflictos psico-sociales, los tipos de liderazgo, la ideología de los discursos de los actores políticos, la dinámica de los grupos intervinientes, los procesos de influencia, los pensamientos prevalecientes, los niveles de conciencia social, en suma, toda esa “subjetividad” que no se refleja ni en los cuadros estadísticos, ni en las descripciones “objetivas” de los acontecimientos que trascendieron en la prensa.
A final de cuentas, según este libro parece que la izquierda universitaria y las fuerzas democráticas ganaron y crearon un “proyecto alternativo de universidad que superó al de la derecha”, lo cual puede ser muy gratificante para el autoconsumo pero que no empata con la realidad, tan es así que Luís Paredes Moctezuma, prominente fundador del Yunque y el Frente Universitario Anticomunista, refiriéndose a la BUAP actual, aseguró desde el cargo de presidente municipal, que “esa era el tipo de universidad por el que habían luchado los fuas en los 60 y en los 70” y le otorgó la cédula real de la ciudad a Alfonso Vélez Pliego, en reconocimiento a su labor, que en las dos décadas de las que se ocupa Quiroz, la desempeñó en la UAP, salvo una breve temporada a mediados de los ´60 que laboró en el INAH, bajo la dirección del médico, que no doctor, Efraín Castro Morales. Incluso, buena parte de los funcionarios de la BUAP, desde hace varios lustros, son egresados de la UPAEP.
Tampoco sería válido afirmar que la derechización que se observa actualmente en la BUAP se inició con el golpe de estado al rectorado del Samuel Malpica; porque el germen de la descomposición ya se encontraba desde los años en que sólo los acuerdos en el Partido Comunista Mexicano podían prosperar en el seno de la UAP.
Así como no se puede culpar a Gorbachov y/o a Yeltsin de la caída de la URSS, tampoco sería justo afirmar que el “retroceso” o “adelanto”, según se quiera juzgar, que se vivió en la UAP, fue causa de la toma violenta del edificio Carolino orquestada por el sátrapa Mariano Piña Olaya y el pandillero Jorge Méndez Spínola; si, hay mucho de eso, pero no todo es eso. En el periodo que se indica, los “comunistas” llegaron a ser tan sectarios, intolerantes y violentos como los fuas. La represión al grupo “galáctico”, la expulsión de Armando Martínez Verdugo, y de los “maos”, la confrontación con el FEP-PST, el choque Dr. Cabrera-Ing. Terrazas, todo eso en los 70, y en los 60, la pugna Glockner-Guerra, Glockner-Terrazas, Garibay-Terrazas, Terrazas-Barrientos, Terrazas-Vélez, Vélez-Ortega, son sólo algunos de los episodios que marcaron la vida universitaria y en los cuales la institución parece que se redujo a ser un mero botín a disposición del más gandalla.
La inconsecuencia fue tal, que cuando esos “comunistas” estaban más afianzados en el poder de la UAP, y pregonaban el carácter “científico” de “su” universidad, le otorgaron el doctorado honoris causa al arzobispo Rosendo Huesca y Pacheco. El H. Consejo Universitario votó por unanimidad, como en los mejores tiempos de los sindicatos charros a favor de este despropósito.
Claro, desde la comodidad de la academia, no es fácil tomarle el pulso a los acontecimientos presentes que nos involucran, para ello no basta ser espectador, es preciso recurrir a la investigación-acción, superar los prejuicios y anteponer el valor de la explicación objetiva y racional por encima de cualquier otro.
Una prueba contundente de que ese “modelo” o “proyecto” de Universidad que concibieron los “comunistas” resultó un fracaso, es que el actual gobernador de Puebla, el presidente municipal y el titular del órgano de fiscalización superior del congreso local, egresados de la Benemérita institución, son distinguidos y acaudalados priístas muy ajenos al sentir de las “masas” por las que “lucharon” tanto los “comunistas a secas” como los “comunistas guadalupanos” en “santa alianza”.
Todo lo anterior dicho sea con el respeto y aprecio que merece mi estimado amigo y colega Abraham Quiroz Palacios.
Lo último que escribió Lenin fue sobre Psicología Social y entre otras cosas fue para advertirles a los bolcheviques del riesgo que significaba la revolución en manos de Stalin. Son documentos de indispensable lectura para comprender las diferencias individuales y los factores psico-sociales que entran en juego en las luchas políticas. De eso es de lo que tenemos que ocuparnos quienes ejercemos la profesión de psicólogo y nos especializamos en los temas de carácter social.