27 de julio de 2006

La huella de Alfonso Vélez Pliego

Federico Chilián Orduña

En el libro que estoy escribiendo titulado: LOBOTOMIA, MITOMANÍA y AUTONOMÍA, con el subtítulo “De la razón en disputa a la búsqueda de la congruencia”, y la especificación “Crónica de los 50 años de autonomía de la Universidad Autónoma de Puebla”; la trayectoria del licenciado Alfonso Vélez Pliego ocupa un importante espacio.
De hecho, tenía planeado hacerle una entrevista, una vez que se resolviera la situación de las elecciones presidenciales, pero desafortunadamente el ex rector se nos adelantó en el viaje sin retorno.
Durante la hegemonía del Partido Comunista Mexicano en la UAP, Vélez Pliego jugó un destacado papel, aunque su perfil no era ni con mucho el que distinguió a Enrique Cabrera Barroso y a Joel Arriaga Navarro.
Durante mis labores en la UAP como docente de Historia del Arte y Psicología en la Escuela Preparatoria Popular “Emiliano Zapata” y como maestro de Estadística y Psicología Genética en la Escuela de Filosofía y Letras, con Alfonso Vélez Pliego tuve valiosas coincidencias pero también profundas diferencias, académicas las primeras, de carácter ideológico y político las segundas, semejantes a las que tuve con los también ex rectores “comunistas” Sergio Flores Suárez y Luís Rivera Terrazas, quienes en mi opinión eran más estalinistas que marxistas leninistas, y expongo en el libro, para sostener mi apreciación, la forma en que fueron eliminados los grupos de izquierda que no les fueron afines durante la década de los ´70, los motivos y actitudes por los que se confrontaron con ellos durante los ´80, y cómo finalmente se desdibujó su proyecto de universidad democrática, crítica y popular, durante los ´90.
Vélez Pliego mejoró la imagen y aceptación que los “comunistas” tenían en la levítica sociedad poblana, pero simultáneamente, por su ambición y protagonismo afectó seriamente el movimiento democrático que se desarrolló en la UAP, lo que propició que la institución volviera a quedar en manos del PRI, del gobierno y del oficialismo, como sucedía antes de la reforma universitaria, esto es, antes que ellos, los “comunistas” tuvieran la dirección política del movimiento.
De Vélez Pliego habrá que resaltar su extraordinaria inteligencia, su capacidad para discernir lo que sucedía en la UAP y lo que a su juicio era lo más conveniente para la institución. Nunca tuvo un opositor que en ese sentido lo superara, si bien la abultada votación que recibió Samuel Malpica en su postulación a rector, se debió más al voto de castigo anti Vélez, que a la aceptación que el maestro Malpica logró generar, en el debate, Vélez Pliego esgrimió mejor sus argumentos.
Controversial por naturaleza, Vélez Pliego optó por la vida académica, aunque su habilidad para conjuntar voluntades en torno a fines políticos era mayor que el academismo a secas, pero nunca intentó separarse de la Universidad, y cuando fue candidato del PMS y del PRD, a diputado federal y a presidente municipal, respectivamente, en ambos casos, tales candidaturas sólo le sirvieron a él para consolidar su presencia en la Universidad, y los partidos que abanderó, en lugar de crecer con su postulación, vieron mermadas sus preferencias.
Pese a nuestras divergencias pudimos mantener en los últimos años una relación de cordialidad y respeto. Décadas atrás critiqué severo su actuación pública en el Diario Cambio, cuando este medio era el espacio más adecuado para el debate universitario. Sabía que leía mis comentarios, porque con su mirada y el entrecejo fruncido me transmitía la mortificación que ello le causaba.
Fue gran amigo de mi cuñado Vicente Villegas Guzmán y de su viuda, mi hermana América; pero entre nosotros no se dio semejante relación de amistad y confianza, sin embargo, siempre estuvo dispuesto a platicar sobre cualquier cuestión.
Conversamos y discutimos en varias ocasiones, incluso a últimas fechas me recomendó a la Dra. Alicia Tecanhuey, para que la invitara a ella, porque él no podía asistir, para comentar un libro del investigador cubano Rafael Rojas. Así lo hice y el desempeño de la Dra. Tecanhuey en el evento aludido fue realmente excelente.
Su hermana la psicóloga fue mi alumna, francamente brillante, como creo que son todos los integrantes de la familia Vélez Pliego que él dignamente representó y a quien le hago patente por esta vía mis condolencias.
Podíamos o no coincidir con Alfonso Vélez Pliego, lo que no podemos es negar que dejó una profunda huella en la historia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. De ella me ocupo en el libro mencionado al principio.
Descanse en paz.