2 de julio de 2009

Esta es la ante penúltima edición del DIARIO TRANSICION

• Al principio fuimos condescendientes con todos los credos religiosos, terminamos siendo consecuentes con nuestro ideario laico, liberal y científico
Federico Chilián Orduña
A tambor batiente desde ayer comenzamos a despedirnos; este periódico que hoy llega al número 2130, ya sólo llegará al 2132 que aparecerá el próximo lunes con los resultados preliminares de las elecciones del 5 de julio.
Las razones ya las expusimos: son de orden económico ¿de que otro podrían ser? Dicen que el dinero no es la vida, pero sin dinero no hay comida, y sin comida no hay vida, y sin vida para que te quiero mi amor.
He de reconocer que desde el principio aparecimos como una aventura incierta y arriesgada pero aventura al fin. Al inicio nuestros adversarios gratuitos rumoraban que no llegaríamos ni al número 100, y cuando lo logramos lo festejamos como una gran proeza porque para arrancar me prestaron una pequeña suma de pesos que tuve que pagar como los ingleses la victoria en la segunda guerra mundial: “con sangre, sudor y lágrimas”, diría el simpático ministro británico Winston Churchill, de los pocos políticos que ha ganado un Premio Nobel de Literatura, y a quien me gustaría parecerme por lo menos en eso de aguantar fumando puro todo el día, sin que eso me cause ningún problema respiratorio, y claro, si con mi oratoria y escritura acaricio las alturas a las que él llegó, ya podría morir feliz.
El caso es que fuimos picando piedra, empezamos mi compañera Alejandra, mi hija Sheng li y mi ex alumna Rayo. Esta simple hojita “nos costaba un webo”, como dicen los chavos, como hasta la fecha nos cuesta. Había que llevarle los originales al fotomecánico Fabián que vivía hasta casa del demonio; luego recoger tempranito los periódicos en el taller de don Héctor y salir huyendo al zócalo para repartirlo a los voceadores que nos veían con desdén, y muchas veces ni lo querían. Lo repartimos gratuitamente en las oficinas públicas y esperábamos con ansiedad el comentario.
Salimos con una imagen que quería ser ecuménica, conciliadora de todos los credos: La cabeza del nombre DIARIO TRANSICION estaba colocada encima de algo que parecían iglesias, no quería tener problemas con los diversos cultos religiosos, sino incluso difundir sus actividades; pero nunca nos dieron ni las gracias. Durante años resumimos las homilías y ruedas de prensa del arzobispo Rosendo Huesca, pero como todos los demás medios lo hacían, en nada nos diferenciamos.
Me di cuenta que en nuestro medio, salvo el presbítero Amador Tapia, el clero católico por lo general es insensible, déspota y arbitrario, y después hasta pederasta en muchos casos. Retomé entonces mi jacobinismo y anticlericalismo de juventud y gradualmente fui rompiendo con esa promoción gratuita que se hacía de los eventos religiosos, y este medio se convirtió en uno de sus más acérrimos críticos; hasta que de unos años para acá he venido escuchando, con gran satisfacción, que este periódico le gusta a la gente liberal, culta, desprejuiciada, sin dogmas, sin supersticiones, y empezó a venderse en los puestos precisamente por nuestra postura irreverente y crítica con el alto clero católico y con todos los credos religiosos.
Además, dada la indiferencia y sectarismo con la que nos trató el gobierno de Mario Marín, también decidí dejarle de hacer difusión a sus actividades. La oportunidad vino sola con el escándalo de Lidia Cacho. Muy torpe me pareció el manejo que del caso hizo su director de comunicación social Valentín Meneses y muy perversa la actitud del gobernador; entonces no tuve empacho en decirle sus verdades y recordarle hasta el lugar en que nació, donde estudió la preparatoria y gracias a quien. Perdí la publicidad y con ello un buen dinero. Ya no pude ir a las olimpiadas de Beijing –la tierra de mis ancestros- como eran mis deseos con todos mis seis hijos, me quedé a hacer este periódico y ver las competencias por televisión.
El sucesor de Valentín, fue uno peor: Javier Sánchez Galicia, que se robó lo que por derecho consuetudinario nos correspondía. Su jefe Marín confirmó ser un represor de la libertad de expresión y todo lo que ha venido haciendo demuestra que es incapaz de aceptar la crítica y que su única finalidad en el gobierno es aumentar su fortuna personal y la de la pandilla que le rodea. Las ceremonias y actos protocolarios que protagoniza son únicamente cortinas de humo para ocultar sus verdaderas pasiones: el poder y el dinero.

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